Si el parkinsoniano tiene riesgo de lesionarse, utilice utensilios de plástico que no se rompan
La enfermedad de Parkinson es una enfermedad neurológica que produce alteraciones a nivel motor. Aunque generalmente evoluciona lentamente, finalmente repercute en las rutinas diarias más básicas. Los efectos de la enfermedad son claramente visibles en el parkinsoniano, en fases avanzadas afectando principalmente en la coordinación de movimientos, tales como: la rigidez muscular, movimientos involuntarios, enlentecimiento del movimiento.
Para evitar el derrame de líquidos (sopa, consomé, ...) de la cuchara debido al movimiento incontrolado de la mano, se pueden utilizar espesantes de venta en farmacias, gelatinas o harina de maíz
Los grupos de apoyo pueden ayudar a sobrellevar el aspecto emocional de la enfermedad, brindando consejos, experiencias útiles para las familias y sus cuidadores. Pero, ¿qué elementos pueden apoyarnos cuando no exista la disponibilidad de estos grupos de apoyo, o simplemente, cuando el cuidador no se encuentre en ese momento?
Una acción tan cotidiana como la de comer puede resultar angustiosa para un enfermo de párkinson, ya que llevarse la comida a la boca y deglutirla puede suponer mucho más tiempo que el habitual. Esta imposibilidad tan habitual en épocas anteriores al devenir de la enfermedad llega a provocar reacciones difíciles de aceptar.
La incapacidad del paciente para realizar movimientos coordinados, así como el temblor de manos, que les hace incapaces o les dificultan el uso correcto de los cubiertos.
A esto se suma el manejo de los cubiertos y las dificultades para masticar ciertos alimentos como la carne o algunas verduras. Para facilitar la tarea se puede cortar la comida del paciente, cocerla, hacer purés y facilitarle cubiertos o instrumentos que, aunque poco convencionales, le permitan manejar con más seguridad los alimentos.
La enfermedad de Parkinson produce, en general, alteraciones negativas en el estado nutricional del paciente provocando malnutrición y pérdida de peso. Las razones son varias:
- Incapacidad del paciente para realizar movimientos coordinados, así como el temblor de manos, que les hace incapaces o les dificultan el uso correcto de los cubiertos.
- Alteraciones en la salivación (babeo) y en la masticación.
- Pérdida del apetito secundaria a las alteraciones del hipotálamo propias de la enfermedad.
- Depresión asociada, que también contribuirá al rechazo a tomar alimentos.
- Estreñimiento.
- Disfagia (dificultad de tragar el alimento), que aparece en fases avanzadas.
Aunque actualmente no hay indicios de que ningún factor dietético específico sea beneficioso, una dieta sana y normal puede promover el bienestar general de los pacientes pacientes con la enfermedad como lo haría con cualquier otro. Comer una dieta rica en fibra y beber líquidos en abundancia también puede ayudar a aliviar el estreñimiento. Pero, claro para comer una dieta sana, debemos tener también los utensilios adecuados.