El rechazo a la vejez hace que no veamos la realidad y el potencial de esa etapa de la vida, que no veamos que necesitamos un servicio de cuidado de ancianos
Nunca es sencillo adentrarse en temas que nos dan temor y puede que el rechazo a la vejez sea el ejemplo más habitual. Consciente o inconscientemente interponemos mecanismos o medios para evitar asomarnos a la realidad. Pretendemos negarlos, esconderlos con el fin último de minimizarlos, negando que necesitamos un servicio de cuidado de ancianos.
La vejez y los viejos forman parte de ese conjunto de temores que preferimos evitar
Para nuestra cultura occidental, verdaderamente gerofóbica, se aducen argumentos que casi nunca alcanzan como para justificar esa precavida distancia respecto de lo temido.
Alguien dijo alguna vez que quien no descubre el sentido de una edad (cualquiera de ellas) se ve condenado a vivir lo peor de esa edad, a sufrirla. Debemos, por tanto, darnos cuenta de que cuando hablamos de ellos en realidad estamos hablando de nosotros mismos, más cerca o más lejos de serlo pero, indefectiblemente, en tránsito. Pero, ¿cómo se habla de las personas mayores? En muchos casos, buscando movilizar la compasión, la piedad humillante. Mostrando la edad como la antesala del infierno o el infierno mismo.
¿Qué debemos tener en cuenta cuando convivimos con personas mayores?
Deberíamos desmitificar la vejez, no sólo para corresponderles como se merecen, sino para diluir los temores cuando se van acercando a la senectud. Porque solo hay dos caminos: morirse joven o llegar a viejo. Y es más lamentable morirse joven que llegar a la vejez.
Cuando no enfrentamos a los angustiosos cambios que experimentan los ancianos, producto del deterioro de su salud, nos enfrentamos al dilema de la conveniencia o no del traslado a una residencia, o por el contrario realizar una mudanza a la casa de los hijos.
Las familias necesitan hablar con sinceridad sobre los posibles problemas de crear una familia multigeneracional antes de traer al hogar a un ser querido de edad avanzada.
El problema es que muchas personas intentan resolver estos dilemas sin hablarlos primero y sin enterarse de las necesidades de las personas involucradas. Por lo tanto, una familia se puede sentir obligada a llevar al abuelo a su hogar después de su ataque cardíaco, sin antes preguntarle si preferiría un centro de vivienda asistida o una comunidad para jubilados.
La falta de comunicación en una familia multigeneracional suele crear conflictos cuando los ancianos no son participes en la toma de decisiones en la que se encuentran involucrados. No intente ningunear a las personas mayores presentándoles la situación sin prejuicios y dejen que nos muestre el verdadero potencial de esa etapa de la vida.